sábado, 9 de agosto de 2008

La Tipología Urbana Colonial


El modelo de cuadrícula o damero, más o menos irregular, fue seguido en numerosos casos, ya que se adaptaba perfectamente a las necesidades de reparto entre los fundadores y primeros pobladores y dejaba abierta la posibilidad de crecimiento para atender a las necesidades futuras. Su origen puede encontrarse en asentamientos de carácter militar, como los campamentos romanos o las ciudades defensivas del sur de Francia, y en ejemplos concretos como Puente la Reina (Navarra), en el Camino de Santiago; o Puerto Real (Cádiz) y Santa Fe (Granada), fundadas por los Reyes Católicos. Uno de los planteamientos teóricos que más se adaptan al esquema elegido desde los primeros momentos se remonta al siglo XIV, con las propuestas de las ordenaciones mallorquinas de Jaime II y el modelo urbanístico que el franciscano Francesc Eiximenis describe en su obra Dotzé del crestiá; en ambos casos, la ciudad se define con una planta cuadrada, con manzanas y parcelas de la misma forma, muy próximas a lo que después se llevaría a cabo en América. A ellas hay que añadir las formulaciones del tratadista romano Vitrubio, transmitidas por el renacimiento, y las propias experiencias precolombinas que pudieron conocer los españoles al entrar en contacto con los estados azteca e inca, cuyos centros urbanos, muy estructurados, fueron aprovechados e incorporados tras una readaptación a sus nuevas funciones, como lo demuestran ciudades como México y Cuzco.

La ciudad de Panamá, fundada en 1519, probablemente fue la primera en la que ya se utilizó el sistema ortogonal casi perfecto, del mismo modo que en México se empleó por primera vez la parcela cuadrada en todas las manzanas.

Esta extensa actividad fundacional también dio lugar a la existencia de ciudades irregulares, ajenas a planificaciones, sin traza específica, que fueron configurándose a lo largo del tiempo, condicionadas por la evolución de los acontecimientos en torno a un núcleo de actividad económica, como las minas o las haciendas, defensiva, como los fuertes, comerciales, como los puertos, o de evangelización, como los conventos.

El elemento urbano fundamental de la ciudad latinoamericana es la plaza, que cumple una doble función al servir de punto generador del esquema viario y actuar como sede de las instituciones civiles y eclesiásticas, acogiendo los edificios más significativos de ambos poderes: palacio de gobierno, cabildo, catedral o palacio arzobispal, según sea la función administrativa de la ciudad. En torno a ella se concentraba el mayor porcentaje de población española, que decrecía hacia la periferia, sustituida por la mestiza, y que desaparecía finalmente con los barrios indios, que se situaban en un área intermedia entre el espacio urbano y el rural. En principio, la proximidad a la plaza mayor supuso una posición social elevada que iba decreciendo conforme se alejaba, pero la propia dinámica de la vida urbana modificó este esquema al introducir en torno a este espacio central a los artesanos, mestizos e indios en la mayoría de los casos, que se agruparon en las calles adyacentes.

La plaza actuaba también como escenario de la vida pública, ya que en ella se desarrollaban, o a ella confluían, los acontecimientos más importantes, como la toma de posesión de las autoridades, las celebraciones religiosas, los mercados, las fiestas o las concentraciones de la población con motivo de las quejas o del apoyo a las más variadas situaciones. En numerosas ocasiones, la extensión de la ciudad y el esquema de disposición de su población facilitaron que cada barrio contara con su propia plaza, presidida por la parroquia, en torno a la que se generaba una actividad local marcada por las características específicas de los habitantes de su entorno, reproduciéndose el esquema básico.

No hay comentarios: